El machismo en la convivencia persona/can

Quizá si alguien nos dice que el machismo existe en el mundo de los animales, nos pueda resultar exagerado o surrealista.
Pero esto es así y se muestra en multitud de detalles con los que lidiamos a diario sin darle importancia.
Por ejemplo, hablamos por defecto en masculino, sobre “los perros”, y las propietarias y propietarios de las hembras nos pasamos el día corrigiendo: ”noooo… ¡es perra!”.
Tanto es así, que las que sabemos lo molesto que es esto, si nos encontramos en la calle con una perra o perro desconocido, miramos a ver si identificamos si es macho o hembra y si no lo tenemos claro preguntamos antes de referirnos a ella o a él. Esto al final termina convirtiéndose en el mismo protocolo que con las criaturas humanas: poner a la perra los complementos en rosa resuelve el conflicto.
¡Así de importante es la identificación!
No se trata solo de vocabulario sino también de actitudes. Son las perras las obligadas a esterilizarse porque los propietarios o propietarias de los machos sienten mucho menos riesgo a las camadas, aunque la operación para las hembras es mucho más compleja. Si la perra en celo es acosada por los machos, suele denominarse “instinto”, pero esto no se corrige porque es “normal”, aunque tengas 6 perros encima que no puedas contener. La dominancia y la territorialidad están usualmente relacionadas con los machos, y muchas personas no saben que las hembras también pueden tener o no estos rasgos. Es algo natural en las jerarquías animales, no depende del género. Teniendo en cuenta además que la función biológica en las hembras es la crianza de los cachorros y tienen más sentido dichos rasgos.
Todo esto es así porque realizamos los humanos una proyección al mundo animal. Proyectamos nuestros asuntos, sin darnos cuenta de que no tienen nada que ver con ellas o con ellos. De esta forma los hombres proyectan su masculinidad en los perros machos, protegiendo su virilidad sin castrar a su perro o favoreciendo ciertas tendencias dominantes, sexuales e instintivas, sin darse cuenta de lo molesto que esto resulta en un mundo “socializado”. Así como las mujeres vivimos las mismas molestias proyectadas o apoyamos los mismos micromachismos porque estamos acostumbradas a ello. ¿Se trataría de una revictimización? No solo vivimos dichos micromachismos como mujeres, sino además como propietarias de perras.
Tecnológicamente esto también tiene su efecto. Mi pelea es con la nomenclatura general masculina “perros”, ya que utilizar el femenino es penalizada por los buscadores internáuticos. Yo realizo una actividad que se llama Terapia Asistida con Perros, y si quisiéramos modificarla por Terapia Asistida por Perras (puesto que mis perras son hembras) nadie nos encontraría por internet. Además, no es entendida mi molestia y escucho constantemente que: esto no es tan importante y que me debe dar igual. Tengo que entrar en el sistema y seguir manteniendo el genérico masculino, porque no existe una nomenclatura neutra: mascota se refiere a cualquier tipo de animal casero, animal se refiere a cualquier tipo de animal… quizá “can” podamos utilizarla tanto para perras como para perros, pero si nos basamos en la etimología, can es una palabra que proviene del latín cuyo significado es “perro”, otra vez en masculino. Si hacemos una búsqueda en un buscador de “terapia asistida con perras”, el propio buscador anula el femenino y lo reconvierte al masculino, mostrándote la “terapia asistida con perros”. Si buscas por “las perras”, solo te muestra lo referente al “celo de las perras”, porque las hembras no deben tener más asuntos que ese.
Yo he de reconocer, que, atendiendo a mis proyecciones, siempre adopté perras hembras, porque siento empatía con ellas y con su mundo.
Os muestro a Tinta, mi perra, hembra, en femenino.